CARTA ABIERTA A LOS MIEMBROS Y CONSEJOS DE LA IGLESIA PRESBITERIANA DE CHILE
(publicado el 24 Octubre 2019)
Octubre, 2019. Como Comisión Ejecutiva del H. Sínodo, saludamos a todos nuestros hermanos y hermanas en Cristo de la Iglesia Presbiteriana de Chile, en el amor de nuestro buen Padre y en la comunión que tenemos por Su Santo Espíritu.
Durante los últimos días como país hemos vivido jornadas de movilizaciones y descontento, expresiones de odio, violencia, agresiones, suspicacias y, en algunas ocasiones, incluso división entre hermanos. Además, han habido muertes en distintas circunstancias en el contexto de caos en las calles y lamentamos profundamente cada una de ellas, sintiendo especial y profundo dolor por el fallecimiento de uno de nuestros jóvenes – activo participante de una de nuestras iglesias de Santiago y de las reuniones de jóvenes del Presbiterio Centro – quién resultó gravemente herido en un trágico accidente cerca de su casa el pasado sábado. Nuestro clamor e incesantes oraciones están con su esposa y la familia Rojas González, para que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento esté con ellos en esta hora.
Todo esto nos produce gran tristeza y también preocupación por nuestro país y por nuestra familia presbiteriana de Chile. Es por ello que enviamos esta breve misiva con el propósito de animarnos unos a otros en el ejercicio de nuestra común fe y para declarar y aconsejar lo siguiente:
1. En la actual situación, como Iglesia Presbiteriana de Chile, somos desafiados primeramente a reafirmar nuestra profesión de fe: Cristo es el Señor. Creemos que Jesús de Nazaret es el Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, quien ya vino por primera vez concebido por el Espíritu Santo y nacido de María cuando era virgen. Jesucristo amó, sirvió, sanó, proclamó libertad a los cautivos y padeció, humilde como Cordero, entregando Su vida en la cruz para perdón de nuestros pecados y resucitando al tercer día para darnos nueva vida en Él y, luego de ascender a los cielos, envió Su Santo Espíritu para darle poder a Su Iglesia para la extensión de Su Reino. Confirmamos nuestra declaración que el Reino de Cristo ya está presente y que Él está conduciendo soberano la historia de Chile y de todas las naciones, sentado a la diestra de Dios Padre, reuniendo todas las cosas bajo Sus pies hasta el día que regresará en gloria y majestad para hacer un nuevo cielo y nueva tierra donde no habrá más llanto ni dolor. Mantenemos, de este modo, firme nuestra esperanza en Su regreso, cuando consumará Su señorío sobre toda la creación, incluyendo el territorio chileno, e inaugure Su Nueva Creación. De Cristo solamente, por lo tanto, esperamos justicia, paz y plenitud de vida, tanto para esta hora que estamos viviendo en Chile como para el futuro glorioso que nos espera en la consumación de Su Reino, cuando estos serán definitivos y sempiternos. Todo esto lo confesamos en coherencia con la Confesión de Fe de Westminster, a la cual reconocemos y suscribimos como el sistema de doctrina que la Escritura enseña.
Nuestra esperanza, por lo tanto, no está puesta en un sistema político, en un modelo económico, en revueltas populares, en ideologías humanas ni en nuevas coaliciones ó posibles cambios de gobierno; aunque reconocemos que cada creyente presbiteriano posee libertad de conciencia para mantener y/o cambiar sus opiniones personales sobre estos y otros asuntos secundarios – conforme lo indica la misma Confesión de Fe ya mencionada – sabemos también que nuestra esperanza es sólo una y la misma para todos: Jesucristo, el Señor y, en consecuencia, rechazamos toda forma de idolatría que ponga su esperanza en este mundo caído.
2. Queremos, desde esta fe que nos caracteriza, hacer un solemne llamado a nuestros hermanos y hermanas presbiterianos a la acción, ya que no es tiempo de ser pasivos y la primera acción intencional y coherente con nuestra profesión de fe es orar por Chile. Invitamos a los miembros de la Iglesia Presbiteriana de Chile a orar por más justicia en nuestro país, por más paz en las calles y por más compasión en el corazón de todos. Invitamos también a unir a la oración horas o días de ayuno, según lo estime conveniente cada uno. Sugerimos orar por lo siguiente:
A. Primeramente para adorar a nuestro Dios que gobierna soberano sobre todas las circunstancias y acontecimientos de nuestro país y del universo, reconociendo Su majestad, santidad, justicia y gloria y deleitándonos en la comunión con Él por Su amor, misericordia, fidelidad al pacto y compasión.
B. En segundo lugar, invitamos a orar en arrepentimiento y reconocimiento de nuestro propio pecado, pidiendo perdón si hemos albergado odio, suspicacia o rencor en nuestro corazón contra el prójimo, quienquiera que sea. Si fuere el caso, confesemos nuestra propia indolencia e indiferencia hacia la injusticia y sufrimiento y pidamos al Señor sabiduría e integridad para actuar con compasión y justicia hacia todos, especialmente con el huérfano, la viuda, el extranjero y todos quienes sufren.
C. Tercero, depositemos nuestra confianza plenamente en Cristo como Redentor, Salvador y Señor de la historia. Descansemos en Su gobierno soberano como Señor del cielo, de la tierra y, por lo tanto, de Chile. Entreguemos nuestro país en Sus manos, orando por las autoridades, clamando por sabiduría, compasión y justicia en el corazón de quienes tienen alguna responsabilidad de tomar decisiones que influyen en los destinos del país.
D. Cuarto, oremos por paz en los corazones y que esto se traduzca en paz en las calles. Oremos por todos los que han actuado con violencia, odio y saqueo para que vengan al arrepentimiento por la gracia de Dios y dejen de actuar de tales formas. Pidamos a Dios nos haga instrumentos de paz en medio de nuestra sociedad, venciendo con el bien el mal, manteniendo buena nuestra manera de vivir en medio del mundo, como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo.
E. Sin duda, a estos motivos, se podrán sumar muchos otros, según el Señor les ilumine y según surjan en vuestras conversaciones a la luz de la Palabra de Dios, sin dejar de orar especialmente por consuelo para la familia Rojas González.
3. Invitamos a que privilegien reunirse, compartiendo tiempo y espacio, a quienes puedan y las condiciones se los permitan, con el fin no sólo de orar en un mismo sentir, sino de conversar y dialogar posibles diferencias con amor y respeto, pero siempre dentro del marco de lo que las Escrituras nos enseñan, evitando así el ser parte de debates sensibles por chats y publicaciones en redes sociales. Es por esto que recomendamos encarecidamente que entre todos, pero especialmente entre hermanos de una misma iglesia local, privilegien reunirse personalmente para dialogar respetando la libertad de conciencia de cada uno en un mismo sentir en Cristo, bajo la dirección de la Escritura, como única regla de fe y práctica, y compartiendo la oración y la mesa o, en su defecto, ayunando juntos.
4. De forma respetuosa hacia la conciencia de cada uno y en base a información comprobada y pública, recomendamos evitar el uso de redes sociales, como Facebook o Twitter para debates sobre asuntos sensibles, toda vez que los algoritmos de dichas redes están diseñados (intencionalmente o no, es lo que menos importa) para reafirmar la opinión de cada persona mediante fotos, videos, publicidad e incluso noticias falsas (fake news), generando esto una desvalorización hacia la opinión divergente, un sentimiento de alarmismo profundo y polarizándose, así, posturas que, bajo otras circunstancias, podrían llegar a un acuerdo ó a una sana convivencia. Sin duda alguna, en todo esto actúa, tanto sigilosa como abiertamente, nuestro propio pecado que nos lleva a usar los comentarios públicos de redes sociales para jactarnos o humillar al que piensa distinto o los chats internos (como los de WhatsApp y otros) de forma insensible y descuidada hacia el prójimo, por lo cual tampoco nos parecen ser el medio ideal para parlamentar. Junto con esto, hacemos un llamado a sólo compartir información (fotos, videos, cuadros, imágenes, notas, etc.) que pueda ser de edificación, o sea: útil para la paz y el bien común y que esté debidamente confirmada por fuentes confiables. Si alguno no posee las herramientas o conocimientos adecuados para corroborar una información, en coherencia con el 9º mandamiento, le exhortamos a que no la comparta.
Deseando que la paz de Dios, que va más allá de todo entendimiento, guarde los corazones de todos en Chile, les enviamos un cariñoso y fraternal saludo en el amor de Cristo,
“A Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efesios 3.20-21)
Comisión Ejecutiva H. Sínodo de la Iglesia Presbiteriana de Chile.